Libro recomendado: "La era de la revancha" de Andrea Rizzi
Porque entender es condición para cambiar
Hace un par de meses recomendamos aquí el libro de Anu Bradford “Digital Empires”.
Este libro desmenuza la geopolítica mundial desde tres ejes: Europa, USA y China, desgranando y comparando sin reduccionismos cuñadistas los factores identitarios de cada bloque y sus consecuencias en términos de hegemonía tecnológica y política (en una palabra, “tecnocrática” que diría Marta Peirano).
Todo eso está muy bien, y esa parte más o menos nos la sabíamos ya.
PERO:
Quien más quien menos se ha quedado con el culete torcido ante la magnitud de lo que se ha dado en llamar como “El PENDULAZO”.
La plácida y amodorrada Europa ha despertado súbitamente ante el auge de la autocracia Dorita Mr Hyde en la tradicionalmente había sido una potencia aliada…
Y peor aún, su comadreo con potencias indubitadamente hostiles.
Es poco probable que “La era de la revancha” de Andrea Rizzi te quite esa taquicardia informativa que te entra sólo con leer los titulares cada mañanita.
Pero vive Dios que te ayudará (mucho) a entender mejor lo que está pasando…. Y cómo empezó todo, hace ya más de veinte años en la visión del autor.
De lectura amena, insólitamente actualizado (el libro incluye la segunda victoria de Trump), con una erudición extraordinaria y con algunas aún más extrañas –quicir poco habituales- manifestaciones autocríticas, es el libro que no dejo de recomendar este año.
Te dejo con unos cuentos pasajes que me han parecido especialmente interesantes, con el poco disimulado objetivo de que te lo pilles. Y leas, claro.
Estás leyendo ZERO PARTY DATA. La newsletter sobre actualidad de tecnología y derecho de Jorge García Herrero y Darío López Rincón. Cada semana recomendamos lecturas tan buenas como esta.
Recuerda que no recibimos un puto duro por recomendar lo que recomendamos. Sólo compartimos la misma buena mierda que nosotros intentamos consumir.
Pero por la gloria de tu madre… ¿Cómo es posible que haya ganado Trump otra vez?
“Es el descontento de los desfavorecidos en la era de la globalización, de las asombrosas revoluciones tecnológicas, del cambio climático, de un sistema que ha producido deslocalización de empleos manufactureros estables, presión salarial a la baja por la competencia de otros mercados, dificultad para acceder a la vivienda, exigencia de adaptación a transiciones complicadas. Es también la disconformidad de muchos con los cambios sociales del mundo contemporáneo, sobre todo con los flujos migratorios y el avance hacia la igualdad de las mujeres o de las minorías. Aunque este rechazo no es de raíz directamente económica, es fundamental notar como anida de forma muy relevante justo en las clases populares insatisfechas y menos formadas.”
(…)
“La frustración de estas personas con un orden que las ha dejado en situaciones de precariedad, de retroceso, de desorientación, con expectativas que se esfuman, o que simplemente viven una desazón emocional ante los grandes cambios de la época mientras élites, clases altas o sectores sociales con alta cualificación se benefician enormemente de dicho orden, es el caldo de cultivo crucial para el crecimiento de fuerzas políticas nacionalpopulistas.”
“Por supuesto, estos colectivos no son la única clave del ascenso de esos partidos en Occidente, que reciben apoyo de otros tipos de electores también.
Pero son decisivos.
Desde los triunfos del Brexit y Trump en 2016 hasta los de Giorgia Meloni en 2022, Geert Wilders en 2023 y la nueva, poderosa, victoria de Trump en 2024, estas fuerzas han alcanzado el poder o han logrado condicionarlo gracias a una pujanza obtenida en gran medida al comprender, manipular y cabalgar ese descontento material y cultural.”
¿Cuáles son las raíces del descontento? ¿Son iguales en los EEUU y en la UE?
“… niveles elevados de protección social como los que son habituales en la UE no desactivan un descontento que elige opciones de cambio radical. Eso es así porque el malestar de las clases populares que se traduce en voto ultra no brota de la miseria, sino de la precarización, de la ansiedad por la pérdida de estatus, de la incertidumbre ante el futuro. Además de las condiciones objetivas importan las expectativas –quebradas– y las comparaciones –odiosas–.
Hay un componente emocional repleto de matices que no se captan en las tablas del PIB o del paro.”
“Otro de los instintos fundamentales es el miedo, con el que juegan sin escrúpulos nacionalpopulistas y regímenes autoritarios, como tantas veces ha sucedido en la historia. Los primeros, fomentando temores irracionales –hacia los extranjeros o los cambios de mentalidad– para justificar un cierre de filas; los segundos, para inhibir toda clase de discrepancia.”
¿Hay guerra de clases?
«Hay una guerra de clase, sí. Pero es mi clase, la de los ricos, quien la está librando, y estamos ganando», alertó en 2006 Warren Buffett.
¿La izquierda woke ha contribuído al pendulazo? No lo dudes, José Luís…
“En este contexto, al igual que en EE.UU., desempeñan en Europa un papel significativo las posiciones ideológicas más a la izquierda de la socialdemocracia tradicional que defienden un feminismo radical, la cultura de la cancelación o planteamientos legales extremos. Aunque estén en los márgenes, estas propuestas tienen un efecto demoledor, estimulando una ola reaccionaria o alejando del movimiento a personas que podrían haber sido incluidas con otros términos.
El tradicionalismo es un eje conector clave entre los populistas occidentales y Putin.”
“…promueven los mensajes polarizadores, conscientes de que el encono, la indignación o la reafirmación emocional de los convencimientos hipnotizan más que la dialéctica matizada y sosegada. Esa hipnosis es nuestro tiempo, y su dinero. Su beneficio es inversamente proporcional a la calidad democrática del debate.”
El papel de la tecnocracia BigTech:
“En este punto se produce una convergencia de intereses perversa. A la (i) voluntad polarizadora de gobiernos, partidos, activistas o medios se suma /ii) el modelo de negocio de las plataformas digitales, que promueven los mensajes polarizadores, conscientes de que el encono, la indignación o la reafirmación emocional de los convencimientos hipnotizan más que la dialéctica matizada y sosegada. Esa hipnosis es nuestro tiempo, y su dinero. Su beneficio es inversamente proporcional a la calidad democrática del debate. Por si no fuese poco, de ello sacan partido regímenes que buscan promover la discordia en el seno de las sociedades democráticas con el fin de comprometer su eficacia.”
El mundo pide cuentas al Occidente democrático:
“La vigencia de un orden internacional –el conjunto de instituciones, normas y patrones que guían las relaciones entre Estados– se apoya de manera fundamental sobre dos pilares que hoy tiemblan: la estabilidad de la relación de fuerzas que lo configuró y su legitimidad en la opinión de sus miembros. (…)
En el primer pilar, el reajuste en lo que va de siglo es fuerte y rápido, sobre todo por el auge de China, pero también por la adquisición de protagonismo y vigor de otros países. Esto consolida la voluntad, y la fe en la capacidad, de reconfigurar el orden de una manera que refleje esa nueva realidad, porque la relación de fuerzas ha cambiado.
El segundo, el de la legitimidad, es una herida que sangra. El actual es un orden injusto e ineficiente. No refleja el mundo de hoy, es incapaz de ofrecer soluciones, beneficia a algunos y perjudica a otros en grados extremos e inaceptables.”
“No obstante, cualquiera que crea en la universalidad de los derechos humanos y la democracia no puede no ver que si bien Occidente es hipócrita porque a menudo pisotea valores que en teoría defiende, Oriente tiene directamente como objetivo sepultarlos. Por ello, la única opción para defender esos valores es que Occidente sea coherente con ellos y logre la adhesión de otros a un orden que los abandere por la vía de hacerlo más justo, representativo, inclusivo.”
Este último fragmento me parece especialmente demoledor: cualquier opción política local (en España las tenemos en ambos extremos del espectro político) que se alinee con alguna de las grandes fuerzas autocráticas mundiales (las tenemos tanto al Este como, últimamente, al Oeste), obviamente no está trabajando para solucionar nuestros problemas.
Sólo cabalga nuestro descontento para auparse y socavar desde arriba, en nuestro nombre, nuestro sistema de garantías y derechos fundamentales.
Ni el mismísmo Doctor Strange podría encontrar un final en el que eso vaya a putoacabar bien.
El jueves, enlazando con todo esto, hablaremos de este paper del Dr Daniel Solove: Privacy in Authoritarian Times: Surveillance Capitalism and Government Surveillance.
Muy buena semana.
Jorge García Herrero
Abogado y Delegado de Protección de Datos